En este capítulo vamos tomar partido en uno de los grandes problemas de la sociedad abulense, ya que el día a día para las personas que no tienen pueblo en esta provincia no es nada sencillo. Este grupo social vive toda su vida con el estigma de no poder disfrutar de las ventajas de la vida rural, dándose casos de depresiones, ataques violentos y adicción a los documentales de La 2.
Según los últimos datos facilitados por el Instituto de Historia y Estadística Abulense, la sociedad de esta pequeña provincia castellana se ha dividido desde hace décadas en dos bandos: los que tienen pueblo y los que no.
Hablar del sector que tuvo la mala fortuna de no tener relación familiar con alguna de las villas de la región es hacerlo de un reducido y desgraciado grupo social que vive toda su vida sometido a un estigma difícil de eliminar. Y es que, en este rincón del mundo, el hecho de no disponer de esta característica natal convierte a los sujetos en verdaderos parias sociales.
¿Sin pueblo donde escapar en verano? El drama invisible de muchos abulenses
«Los grandes líderes mundiales siempre han tenido pueblo. Sin ir más lejos, Donald Trump tiene orígenes de Pradosegar y Obama de Gemuño», nos señalaba uno de los trabajadores del centro al ser preguntado por la trascendencia de este hecho. No en vano, tener pueblo marca y de qué manera, puesto que permite adquirir unos valores que ni por asomo pueden adquirir los que carecen de esta condición. Un abulense con pueblo, por ejemplo, puede concatenar dos meses seguidos de fiestas patronales y aprenderse el orden de las canciones que van a tocar cada una de las orquestas que actuarán en ellas, los vestidos de las cantantes y hasta el nivel de decibelios de cada equipo de música.
Un apueblido (como lo ha definido la RAE) sufre cuando llegan las fiestas de verano. Mientras el resto de los seres humanos con los que convive conocen a la perfección cada una de las fechas de las fiestas de la provincia, este navega en un mar de soledad y bochorno. Teme llegar a la oficina o a la escuela y ser víctima de ese sinfín de anécdotas que le son tan ajenas. Él no ha podido disfrutar de todo aquello y pasea taciturno, mientras escucha esa frase tan odiosa que se repite una y otra vez: «Bueno, tú eso no lo entiendes porque no tienes pueblo».
Por este motivo son muchos los que recurren a inventarse uno ficticio, algo que preocupa mucho a la Diputación, que ya ha creado el primer Instituto de Desintoxicación para Apueblidos. «El objetivo de este proyecto es encontrar acomodo a estos hombres y mujeres tan desfavorecidos, dentro de los pueblos de nuestra provincia», señalaba su director Graham McAlister, que fue uno de los primeros apueblidos en superar esta situación. «Fueron años muy duros, llegaba el viernes y los compañeros de trabajo se iban a sus pueblos, pero ¿a dónde iba yo? Acababa metiéndome en un armario para llorar hasta el lunes, mientras que me imaginaba como miembro de una peña».
Tener pueblo en Ávila: ventajas sociales, fiestas y raíces rurales
Pero gracias a la acción del IDA, logró encontrar a una familia en Gotarrendura que le acogió y ahora dirige esta iniciativa tan prometedora, aunque denuncia que aún se mantiene cierto racismo. «Es cierto que la mayoría me trata como a un igual, pero lamentablemente todavía hay personas que no nos respetan», decía entre lágrimas antes de reconocer que «una vez incluso me llamaron urbanita al entrar en el bar. Eso me dolió en el alma». Afortunadamente, la labor de la institución está siendo muy positiva y, a fecha de hoy, ya son más de mil las personas que han podido salir del agujero e integrarse en alguna de las más de trescientas pequeñas localidades de Ávila.
Este fue el caso de Luis Miguel, un reputado enfermero que encontró acomodo en El Fresno, pueblo del que habla maravillas. «La experiencia fue inmejorable, me recibieron con las manos abiertas. Me prepararon incluso una lista de motes para que pudiera elegir el mío. Después, una señora me invitó a tomar doce huevos fritos que no hubo manera de rechazar… Eso sí, al día siguiente me obligó a ir a misa».
Sin embargo, para poder disfrutar de ese destino último, es necesario superar un duro examen de valores para poner a prueba la capacidad de adaptación del individuo al mundo rural. Pasar un fin de semana sin redes sociales, respetar a los mayores, encargar camisetas para una peña sin discutir con nadie o caminar sin caerse por el monte son algunas de las pruebas a las que se enfrentan los candidatos en esta suerte de oposición.
Se espera que para 2050, la población apueblida quede reducida a un 3%, pero mientras tanto, desde el Instituto de Desintoxicación reclaman solidaridad y apelan a unas normas básicas para no herir sensibilidades que se exponen en su página web. «Recomendamos extremar la prudencia los lunes y hablar de lo auténticamente aburrido que es ir al pueblo el fin de semana.
Los apueblidos pueden resultar violentos cuando se sienten arrinconados y no es cuestión de ir provocando». De este modo han surgido numerosas muestras espontáneas de solidaridad como las de Navalacruz, donde un grupo de cincuenta personas han promovido una ingeniosa iniciativa, mediante la cual actúan de guía ante los domingueros procedentes de Madrid para que se sientan integrados en un medio tan hostil.