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El deporte en Ávila

Cuando se inventó el deporte no se pensó en Ávila. Aquí no tenemos ni las praderas de Inglaterra para el fútbol, ni el clima de Grecia para el atletismo, ni por supuesto las finas arenas de Copacabana para el voleibol. Por eso los abulenses a lo largo de la historia han tenido que adaptar sus costumbres para poder ejercitarse.

En el siglo XI el único deporte conocido en la ciudad fue el de construir la muralla. Sin embargo, habría que apuntar un enorme “pero” porque como siempre, unos pocos trabajaban y otra inmensa mayoría criticaba (Y no, esto no se puede considerar deporte). Lo cierto es que su construcción trajo consigo a los primeros runners que brotaron de entre las piedras y se pusieron a darle vueltas como si nada más importase.

El fútbol en Ávila

Ya en nuestros tiempos se comenzó a incorporar los deportes de masa a la ciudad. Se intentó con el fútbol y salió mal. Cuando se trajo aquí nadie se percató de que ni para jugadores ni para público sería algo agradable.

Es muy bonito ver esos grandes pastos verdes donde las estrellas del balón se deslizan plácidamente. Pero la realidad abulense es muy distinta, porque hasta hace escasos años, cualquier parecido con el “deporte rey” era pura coincidencia. Cuando un abulense se plantaba unas botas de tacos, sabía que se exponía a una experiencia extrasensorial. Ya no hablamos solo de las increíbles nubes de polvo que se levantaban y que impedían ver la otra portería mientras se cosían a patadas, hay mucho más. Porque jugar al fútbol en los meses de invierno en Ávila es como una ruleta rusa de posibles incidentes: Nieve, barro, hielo, lluvia, viento, aficionados de Las Navas y esas piedrecitas en el campo a las que la suave piel de los jugadores tenía gran apego.

Pero si hay algo peor que jugar al fútbol en Ávila, sin duda es verlo. No se sabe con precisión de dónde salen esos hombres con boina y bufandas que acuden a los partidos de aficionado en solitario, pasándose los 90 minutos tiesos como un palo en la banda como si vieran partidos de la Liga de Campeones. Puede que sean ojeadores del Manchester United o simplemente huyan cada fin de semana de sus mujeres, pero siempre han estado allí.

Los que salen a correr

Aunque hay gente peor, mucho peor. Una especie que se lo tendría que mirar en un especialista médico: Los que salen a corren. Y no, no hablo de los citados runners. Hablo de esos abulenses criados a base de pinchos que un buen día deciden ponerse sus Kalenji de 10 euros y salen a mover el bullate en pleno diciembre. Son mentes perturbadas a las que les importa poco la vida. Gentes que pueden salir hipermotivadas y volver con una bolsa llena de hamburguesas para cenar. Se les puede reconocer fácilmente por sus jadeos y lenguas colgonas. Porque en Ávila todo el mundo ha salido a correr alguna vez con el objetivo de disfrutar de su tranquilidad y el aire fresco. Sin embargo, no contamos con los adoquines, la inactividad, la presión atmosférica, las cuestas, los bares, los conocidos con los que te encuentras y ese “aire fresco” que te abrasa los pulmones. Los que sobreviven, suelen acabar siendo medallistas olímpicos o similares…El resto mueren.

¿El próximo invento para correr en Ávila?

El reto del bádminton

Otro deporte que causó estragos fue el bádminton. Se sabía que algo así no iba a funcionar, pero hubo un extraño momento en los años noventa en el que nos dio por ahí …y claro, salió mal. La sutileza no es lo nuestro y cuando a un abulense (Todavía peor en según qué pueblos) se le da una raqueta, un bate, un stick, o un palo, su aplicación es la misma: Porrazos épicos. Y el volante de bádminton es un objeto no apto para la brutalidad. Si a eso le sumamos el viento, el frío y la falta de espacios, concluimos en que hoy nadie aquí conoce ese deporte. También es aplicable a otros como el beisbol o el hockey.

Típico resultado de un partido de bádmintón en Ávila

Ciclismo: Tras los pasos de «El chava»

Pero sin en algo hemos destacado los abulenses ha sido en el ciclismo. ¡Oh el ciclismo! Cuantas tardes de gloria nos ha dado frente al televisor. Julio Jiménez, el Chava, Carlos Sastre… El tema es que nos estamos pasando con la práctica. Los sábados por la mañana se convierten en un pseudo Tour de Francia (Con menos dopping pero con más barrigas) que colapsa las arterias de la ciudad. Se forman los clásicos atascos a lo largo de la ronda, con una suerte de gritos que recorren lo largo y ancho de la enorme fila de coches que provocan. Y es que los abulenses no estamos acostumbrados a ese tipo de alteraciones en nuestro ya de por sí “alternativo” modo de conducir, salvo al malogrado Murallito al que le permitíamos todo (Si nos estás leyendo, vuelve por favor, el tranvía no mola tanto).

Nuestra amiga la hípica

Hay un caso especial en todo esto que es el de la hípica. Con el fin del verano llega el clásico torneo a orillas del Adaja. Allí se forma una especie de carreras de Ascot pero a lo abulense. Con dos tipos de perfiles muy marcados; por un lado los “Horsepijos” que se sienten un paso más allá de la sociedad yendo a este tipo de acontecimientos y los “Horseapuestas” que básicamente van para poderse sacar unas “perrillas” a costa de un deporte del que el resto del año pasan olímpicamente (No, no es un chiste).

El deporte rey: El bar

Sin embargo, no nos podemos engañar. Lo que mejor se nos da es ver el deporte en la comodidad del bar, un clásico de nuestra cultura. Para los aficionados se junta todo lo que pueden pedir: Pinchos, calefacción, sillas, juegos de mesa, una televisión y gente a la que están dispuesta a saludar. Un auténtico paraíso para el autóctono más deportivo. Además, en los grandes eventos existe una rutina que se podría resumir así:

  1. Quedar entre 1 hora y media hora antes para coger sitio en el bar.
  2. Arramplar con sillas suficientes para los 12 amigos que vendrán después.
  3. Echar una partida de cartas previa, si puede ser con su palillo en la boca.
  4. Tomar estrictamente dos consumiciones, una por cada tiempo del partido.
  5. Pagar las consumiciones de forma individual para entorpecer la labor del camarero.

Y así pasan los días en nuestra pequeña ciudad en el ámbito deportivo. Como siempre luchando contra los elementos, pero pese a todo disfrutando de ello. Ahora bien, puede que en el resto del mundo no lo comprendan. Ellos se lo pierden.

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Escrito por César Díez Serrano

1.m. Mamífero, ser animado racional que ha llegado a la edad adulta, con doble nacionalidad abulensevalenciana que dedica su tiempo libre a escribir tonterías. Nieto de Teodorillo el de Vallespín y la señora Tere, que hacían los mejores callos del mundo.

2.m. Intento de escritor aficionado que ha publicado, contra todo pronóstico, cuatro libros: la triología La edad de Acuario y El sueño de Connor.

3.m. Fundador de asociaciones y empresas de dudoso éxito nacional e internacional.

4.m. Tipo de ensalada originaria de los Estados Unidos y título de emperadores romanos.

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Nueve consejos para llevar mejor el teletrabajo en Ávila durante la cuarentena

El confinamiento está siendo muy duro para todo el mundo y no iba a ser una excepción para los abulenses. En esta extraña época nos hemos visto obligados a trabajar en nuestras casas, lo que está produciendo graves alteraciones en la vida laboral de las gentes de Ávila. Por eso en el Gloucester Post hemos elaborado nueve consejos para que puedas seguir manteniendo tu día a día como si no pasara nada. Siguiendo estos consejos te parecerá que sigues yendo a tu lugar de trabajo ¡Vamos con ello!

¡Empieza el día como lo hacen los verdaderos abulenses!

-Tip 1: Nuestro primer consejo es que prepares algunos útiles que necesitarás a primera hora. El día anterior mete en el congelador un espejo, una bolsa de hielos y deja espacio suficiente como para que entre un melón.
-Tip 2: A la mañana siguiente y justo antes de ponerte a trabajar, introduce la cabeza en el congelador durante 5 minutos y sal a la terraza otros 10 junto con el espejo que habías guardado. Si cierras los ojos podrás imaginar una típica mañana de diciembre abulense. Para darle más realismo, puedes conectar un ventilador y orientarlo hacia tu cara. Aprovecha para esparcir la bolsa de hielo en el suelo de la cocina.
-Tip 3: Tras el paso dos y sin entrar en calor, ponte a rascar el espejo con las manos desnudas hasta que quites la capa de hielo y recuerda esa sensación de rascar el coche. Intenta hacerlo cogiendo el bolso, un maletín o con las llaves de la mano.
-Tip 4: Vuelve a la cocina y camina sobre hielo que previamente habías vertido. Si lo has hecho bien, se habrá formado una superficie semi helada. Siente la estupenda sensación de no estamparte mientras te deslizas sobre ella.
-Tip 5: Lleva a tus hijos del salón a la cocina y diles que vais al colegio. Intenta ponerlos en estado nervioso con anterioridad para obtener un mayor realismo. Nota aclaratoria: Los padres que llevan a sus hijos al Diocesano no es necesario que metan el coche en el pasillo, ni que se despeatonalice la zona, pueden hacerlo andando.

¡Lleva a tu casa la esencia de una verdadera oficina abulense!

-Tip 6: Simula tu propio bar para tomarte un café: Pon a un familiar con un paño detrás de la mesa y pídele un café y que te haga los comentarios típicos de tu camarero habitual: “¿Qué tomamos? ¿Lo de siempre?”. Puedes tratar de copiar pinchos típicos de Ávila como las patatas del Mangas o los cojonudos del Bucanero.
-Tip 7: ¡No te cortes! Si eres funcionario puedes ir a la cocina a tomar café tantas veces como quieras. Además, no tendrás que buscar excusas, puedes dejar tu ordenador encendido y nadie notará que haces algo distinto a lo habitual.
-Tip 8: A la vuelta de tu pausa, coge a tus hijos y siéntalos en el pasillo para simular una sala de espera repleta de clientes. Cuando te aburras puedes ir llamándoles a que pasen o puedes jugar con su desesperación desde tu puesto de trabajo.
-Tip 9: A la hora de tu salida, pasea por el pasillo con las manos en la espalda con un periódico viejo y una barra de pan. Ponte varias capas de ropa para que puedas decir eso de “Es que salgo por la mañana con frío y vuelvo con calor”.

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