1948 días sin ataques a la muralla · 25 pesetas · Edición Especial 

César Díez Serrano

Nieto de Teodorillo y la señora Tere. Valencianoabulense. Leísta. A veces escribo cosas y otras me dedico a leerlas.
Un estudio del Virus Liars Institute alerta sobre una epidemia que afecta al 63% de los abulenses: la Intermitentis indigentiam, una dolencia que impide usar intermitentes y entender rotondas. La comunidad científica (y la barra de el Mangas) ya investigan el caso.
Y si Emilio Aragón hubiera sido el Nostradamus pop de los noventa? Francisca, octogenaria de Pradosegar y su letrista secreta, afirma que canciones como “Te huelen los pies” esconden predicciones del Brexit, pandemias y el auge del mileurismo.
Una vecina de Pradosegar asegura que el expresidente Donald Trump pasó parte de su infancia en la provincia de Ávila, donde ya mostraba tendencias arquitectónicas peligrosas, una querencia por los trajes caros y una manifiesta incapacidad para aprobar latín. El equipo del Gloucester Post ha podido entrevistar en exclusiva a Francisca Prieto, quien lo recuerda.
Hay heridas que no cierran: la llegada del AVE, el peaje a Madrid… y, sobre todo, la ausencia de un Zara. El rumor de su inminente apertura ha sido el opio del abulense medio durante décadas. Cada local en obras es, en potencia, la sede del sueño textil que nunca llega.
Hubo una época gloriosa (y ligeramente perturbadora) en la que los abulenses más tímidos encontraron su oasis digital: el mítico chat Terra de Ávila. Un rincón de internet que mezclaba ternura, oscuridad y tímidos disfrazados de poetas. En esta crónica repasamos sus tipos de usuarios, sus códigos secretos, los riesgos de pedir el Messenger y las historias que jamás contaste… pero viviste. Sí, tú también entraste. No mientas.
La rivalidad entre Ávila y Segovia es una guerra fría con siglos de historia y toneladas de sarcasmo. Aquí no se lanzan flechas, se lanzan pullas. Que si el acueducto es más viejo que la muralla, que si el cochinillo se corta con un plato, que si en Segovia hay AVE y en Ávila apenas hay aves.
En Ávila nieva todos los años, pero para que un abulense de pura cepa sienta que ha sido una nevada como Dios manda, tienen que cumplirse ciertas condiciones: no poder mover el coche, salir en la tele y hundirse hasta el tobillo como mínimo. Y si además puedes practicar descenso en bolsa o patinaje artístico urbano, mejor. Aunque, eso sí, siempre habrá un jubilado diciendo que antes nevaba más… y con mamuts.
Cada viernes, Ávila vive un fenómeno paranormal conocido como “la estampida madrileña”. Esta crónica retrata con humor científico la mutación exprés del urbanita en turista zen...hasta que regresa a la Castellana.
Practicar deporte en Ávila es cocinar a fuego lento dentro de un congelador. Lo hemos intentado todo, desde el fútbol hasta el bádminton, y siempre acabamos entre el barro, el viento y la resignación. Aquí correr es un acto de fe, el ciclismo una invasión semanal y la hípica un desfile de horsepijos y apostadores ocasionales. Al final, lo que mejor se nos da es ver el deporte desde el bar, con pincho, calefacción y una silla bien agarrada. Porque en esta ciudad no hacemos deporte, lo sobrevivimos.
En Ávila no pasamos frío, lo llevamos dentro. Lo contamos, lo exageramos y hasta lo echamos de menos cuando no está. Desde pequeños nos enseñan a enfrentarlo como un rito de paso, ya sea con bufanda sobre la armadura o con minifalda en pleno enero. Podemos estar tiritando, pero diremos que esto no es nada comparado con el invierno del 96. Porque aquí el frío no se sufre, se presume.