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Noticias sobre Ávila

Los medievales de Ávila

Cada septiembre, Ávila se sumerge en un experimento sociológico difícil de explicar sin haberlo vivido. La ciudad abandona sus rutinas, sus silencios y su compostura de piedra para entregarse a una celebración que mezcla historia y ciencia ficción, fervor local y resignación logística. El resultado es un carnaval sin normas, un caos amable, una feria espiritual donde se venden kebabs a precio de oro y se jura lealtad a la Corona de Castilla mientras se paga con bizum.
Genaro y su familia antes de lanzarse a un frenético día en los Medievales de Ávila
Genaro y su familia antes de lanzarse a un frenético día en los Medievales de Ávila
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En Ávila hay una fecha subrayada en rojo en el calendario de todos los habitantes. El Ayuntamiento intenta que lo llamemos el Mercado de las tres culturas, para otros es el Mercado medieval, pero para todos, esta celebración es conocida como los Medievales (así, con artículo y todo).

Todos los años, el primer fin de semana de septiembre, la capital de la provincia intenta regresar varios siglos atrás para revivir su historia. Damas, caballeros, frailes, comerciantes… Y bueno, a veces también hobbits, elfos, guardias de la noche, Águilas Rojas y hasta un niño vestido de Batman porque «a Luisito le apetecía ir de superhéroe y al niño no lo podemos traumatizar».

No podemos negar que la sincronización histórica en estas fechas es, cuanto menos, cuestionable, pero aquí eso no nos importa nada. Y lo intentamos, ¿eh? Que en las primeras ediciones el Mercado Chico olía a incienso, el suelo estaba lleno de paja, había ovejas sueltas y estaba todo tan concentrado que realmente daba el pego.

Una excusa para comer y beber en Ávila

Pero eso cambió. No nos engañemos, el concepto medieval siempre ha sido una excusa para beber, comer y salir a la calle. Según el historiador F.Tovar «a los abulenses se nos ha puesto la etiqueta de ser gente cerrada como parte de la leyenda negra de esta, nuestra provincia. Lo cierto es que el abulense medio, en cuanto le pones delante un evento en su ciudad, sale a lo loco. Si no, de qué nos íbamos a tragar las fiestas de verano que nos plantan».

Y es que, aunque la ciudad cuenta con una zona intramuros con suelos adoquinados, iglesias y casas señoriales, se decidió extender el mercado hacia las zonas más nuevas del centro urbano. De hecho, no es extraño ver una carpa mora frente al cartel de Burger King o a un grupo de arqueros sentados en la terraza de los Cien Montaditos.

Ya ha llegado a un punto en el que los Medievales son medievales porque nos da la gana, porque perfectamente podría ser el Mercado intergaláctico, el de los Siete Reinos, o el de los fans de Xuxa. En vez de zona judía, cristiana y mora, las llamamos Tatooine, Aldearaan y Naboo y ya estaría. «Lo más importante es mantener la fórmula de disfraces, comida cara, bebida de calidad baja y aglomeraciones, el resto es accesorio», indica F.Tovar.

Hay diferentes formas de vivir estos días. Por ejemplo, están esos abulenses que el viernes por la mañana se largan de la ciudad porque «a mí es que me agobian mucho» y que suele coincidir con los que dos semanas después dicen aquello de «en Ávila no hay nada».

Pero hay una cosa clara, no se puede ser neutral. Durante los Medievales hay una división clara entre los abulenses: los que se disfrazan y los que no. El problema es que esa decisión no es excluyente, y se puede ver con asiduidad a familias donde la madre y los chiquillos van vestidos de campesinos y Genaro, el padre, sale a dar un paseo con la camiseta del Atleti y el chándal de los domingos porque él «no quiere ir dando la nota».

Un día normal en los medievales

Un día en los Medievales suele empezar yendo desde casa hasta el centro, con la consecuente mezcolanza entre los que han salido a por el pan y los que van vestidos para recuperar Jerusalén para los cristianos.

Pasear, lo que es pasear, no es cómodo. La ciudad multiplica su población y, además de los madrileños que esos no dejan de venir ni por casualidad, se llena de turistas. Mucho más de los que somos capaces de acoger. Y eso, en Ávila, implica demasiado contacto social para lo que estamos habituados.

En los Medievales te encuentras a todo el mundo. Porque sí, en las casetas de verano sueles tomarte con mucha gente, pero hay distinción de edades. En el mercado no, aquí se juntan compañeros del colegio, abuelos, sobrinos, profesores, la vecina del quinto, la que te vendía el pan que se mudó y hasta el cura que te dio la catequesis que ahora está saltando a la comba con los de la Esperanza a los pies de San Juan.

Una vez en el meollo, todos hacemos lo mismo: ir a ver la exposición de aves rapaces, las justas, a los arqueros…y comer, comer es lo más importante.

Comida y bebida en los medievales

En los Medievales se come y se bebe, sabes que te van a clavar, sabes que lo que vas a pagar te lo tomas cualquier día a la mitad de precio, pero da igual, todos somos conocedores de ello y caemos año tras año. Porque sí, en Ávila tenemos kebab, pero el que te ponen en los puestos frente a la Posada de la fruta sabe mejor. Y sí, merece la pena chuparnos una cola que de la vuelta a la manzana por tomarnos una pizza.

Son Medievales, y ese tipo de cosas, a los abulenses nos importan un pimiento. Cuando todo acaba, nos queda una gran sensación de vacío, porque pasar del todo a la nada en un fin de semana se nos hace bola.

El lunes, todo queda recogido, quedan los abuelos paseando con las manos a la espalda por el Rastro, los que se agobiaban vuelven para quejarse de que no hay nada y el Ayuntamiento dice una vez más, que han sido los mejores Medievales de la historia. Y así, el ciclo de la vida vuelve a empezar.

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