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Los pinchos

Os presentamos la experiencia gastronómica por excelencia de Ávila y su increible influencia en la sociedad abulense: Los pinchos  ¿Simplemente un aperitivo? ¿O hay más? ¿Realidad? ¿Mito? Los analizamos gratis y en exclusiva.

Los pinchos; una cultura oculta

Yo pertenezco a una generación de niños que han sido maltratados por los pinchos abulenses.  Sí, sí, lo tengo que decir bien alto aunque a mucha gente le pueda doler esta declaración. A mí los bares de Ávila me han marcado la infancia y me han llevado a ver cosas que vosotros nunca creeríais.

Porque cuando uno es un niño de la infancia en esta ciudad, se expone a una serie de riesgos que en cualquier otra parte del mundo no existen.   En Ávila los hijos se acostumbran a vivir en los bares desde muy pequeños, hasta tal punto que se mimetizan con su ecosistema.  Hay veces que toman hasta el color del serrín del suelo o el de las mesas, para camuflarse en el ambiente.

Todo empieza un buen día en el que tus padres deciden que no existe motivo alguno por el cual, un niño como tú no pueda acompañarles a dar el paseo de los domingos.   Si no eres de Ávila entenderás que el paseo de los domingos se hace tranquilamente a las doce de la mañana por los parques o las soleadas calles de la ciudad.  Pero aquí como cualquier vueltecilla, por pequeña que sea, te saca de la ciudad y el sol es bastante escaso, todo se retrasa hasta la una de la tarde para no volver demasiado pronto a casa.    Y sí, claro que caminas, porque el coche no puede llegar a según qué sitios, pero siendo las horas que son, esos paseos matutinos suelen tener un destino común: los bares.

Una tradición sin parangón

En otros lugares del planeta tierra, han planteado un sistema muy bueno para saber a qué hora se tiene que ir la gente a casa.   En un lugar al azar como por ejemplo Villargordo de Cabriel (Valencia), uno entra a un bar, pide una cerveza y si tiene hambre una ración.  Y si no eres un pozo sin fondo,  pues con eso te vas a casa alegre como unas castañuelas y sin ningún tipo de cargo de conciencia, porque si vas acompañado compartes, que hay para todos.

¡No solo pinchos! ¡Las casetas de verano y las ferias también mandan en Ávila! Aquí te contamos más.

En Ávila es distinto.  Cuando uno entra a tomar algo, sabe a qué hora lo hace, pero nunca a qué hora va a terminar y a ti como niño, no te queda otra que quedarte ahí, mirando con cara de pánfilo en tu silla, hasta que deciden que ya se ha terminado la fiesta.

Los pinchos son una de las peores drogas que existen y de las que es más difícil salir una vez que estás iniciado.  Porque inocente de ti, cuando pides tus primeras gambas gabardinas para matar el hambre, lo único que estás haciendo es abrir una voracidad despiadada que jamás habías conocido en ti.

Estilos para todos los gustos

Los hay de muchos tipos, en función de la zona o dueño.  Tenemos los minimalistas de toda la vida, que te permiten paladear sus manjares en un par de mordiscos pero tienen truco, ya que inevitablemente te llevan a visitar el bar de al lado y así sucesivamente.   Se han dado casos en los que alrededor a algún cliente que no ha podido salir del bucle han comenzado a orbitar otros de menor volumen.

Luego está el lado opuesto, el tipo atascaburras a los que he querido definir como “la comida encubierta”.  Son unos pinchos que se han puesto muy de moda durante los últimos años y que se caracterizan principalmente por su tamaño estratosférico  y por llevar la idea de dar de comer a todo el que entre hasta saciarlo.   Yo creo que lo que pasa es que las cocinas de esos sitios lo llevan suegras o madres, que están desesperadas porque te alimentes bien y crezcas.  Por lo visto, los gerentes de esos negocios han intentado cambiar la situación pero ha sido imposible.

-Matilde, creo que pones demasiada cantidad en los pinchos, estamos perdiendo dinero.

-Anda, anda ¡Que perdiendo, ni que perdienda! ¡Que luego me toca tirarlo! Y cómete esas cloquetas que te estás quedando en los huesos.

Igualmente encontramos los creativos, que básicamente consiste en lo mismo que los anteriores, pero se tienen que servir en cualquier cosa menos en un plato: En una teja, en una sartén, en una vieira, en una paleta de pintor, en tus propias manos…

El sufrimiento de la infancia asociada

Pero vamos, que tú como niño de la infancia lo sufres y lo sufres bien.  Sobre todo cuando descubres una de las mayores mentiras que los padres dicen a los hijos en esta ciudad ¡Que me rio yo de los Reyes Magos y del Ratoncito Pérez!

Porque tú en un bar tienes tus entretenimientos, como sacar todas las servilletas, arrancar los envoltorios de las botellas o colgarte del brazo de tus progenitores. Pero mira, al final esas cosas te acaban aburriendo y preguntas eso de…

-Papa, ¿cuándo nos vamos?

A lo que te llega esa respuesta tan inevitable y que pertenece ya a la historia de esta ciudad:

-La última y nos vamos

Según los estudios, se calcula que hay una desviación de 4,6 cañas más desde el momento en el que se pronuncia esa frase y la hora en que de verdad te marchas a casa.  Ahí comienzas madurar y te das cuenta que el mundo no es color de rosa.

Pero vamos, que al final creces y te pasas al lado oscuro. Así que aquí te dejo, que yo he quedado a tomar unos pinchos.  Ah, pero si vienes pagas tú, que yo no tengo suelto.

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Escrito por César Díez Serrano

1.m. Mamífero, ser animado racional que ha llegado a la edad adulta, con doble nacionalidad abulensevalenciana que dedica su tiempo libre a escribir tonterías. Nieto de Teodorillo el de Vallespín y la señora Tere, que hacían los mejores callos del mundo.

2.m. Intento de escritor aficionado que ha publicado, contra todo pronóstico, cuatro libros: la triología La edad de Acuario y El sueño de Connor.

3.m. Fundador de asociaciones y empresas de dudoso éxito nacional e internacional.

4.m. Tipo de ensalada originaria de los Estados Unidos y título de emperadores romanos.

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